jueves, 16 de diciembre de 2010

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Estaba cansado. Había caminado desde temprano por extensas planicies de arena y piedra bajo un sol abrazador. Vió con alivio como la bola de fuego suspendida en lo alto iba descendiendo a medida que perdía su calor.
Sabía que pronto llegaría el atardecer transformando con tenues colores todo a su alrededor. Pero aún tenía que seguir caminando hasta encontrar el líquido fresco que tanto necesitaba. Sólo había podido devorar algunos insectos atrapados con esfuerzo.
Estaba solo. Era preferible sentir la presencia amenazadora de rugidos, estampidas o chillidos antes que ese silencio… ese vacío.
Siguió avanzado. Advirtió que lentamente la aridez daba paso a un suelo más grato. Sintió sobre la piel la caricia de suaves brizas. El entorno se tornaba cada vez más verde, altos árboles se podían ver en el horizonte. Un sonido familiar lo hizo apresurarse. Allí ante sus ojos corría un pequeño curso de agua. Se avalanzó torpemente y bebió hasta saciarse. De pronto, un olor extraño llenó sus sentidos, ¿qué era eso? Ningún animal que conociera. Se sintió extraño. El olor lo invadía y lo turbaba. ¿de dónde venía? Miró alrededor y lo vió. Era algo parecido a ese otro ser que veía en el fondo de los espejos de agua, ese ser esquivo que se escondía siempre que él se apartaba de la orilla.
Notó que lo miraba extrañado, un poco asustado. Pero ese olor que lo invitaba a acercarse ¿qué era?
La noche se acercaba pintando el cielo de púrpuras y violetas. Los pájaros regresaban a sus nidos y el coro de insectos comenzaba su canto.
Persiguió por un tiempo a ese extraño ser que cada vez permitía que él se le acercara más y más. Pronto estuvo a su lado, se olfatearon. Le hubiera gustado decir :

-¿Es a usted a quien busco?
Y hubiera querido oir:
- Sí, estuve mucho tiempo esperándolo

pero no era necesario, miraron los miles de puntos brillantes colgados del hermoso manto negro tendido en el cielo y caminaron bajo la claridad de una luna nueva.
Presintió entonces que ya no necesitaría de las manadas para no sentirse solo. De algún modo encontraría la manera de comunicarse con ese nuevo ser, por el momento algunos movimientos y sonidos guturales serían suficientes, pero tal vez algún día podría decirle:

-Vamos Eva, vayamos a casa