jueves, 17 de noviembre de 2011

Ruptura


Damián fue quien dijo las últimas palabras. La flecha de Cupido cayó sobre la copa destrozándola en mil pedazos. Se incrustaron en el corazón de Laura. Una lágrima de sangre corrió por sus mejillas. Se oyó un lamento cuando la gota roja cayó dentro de la taza de café.
Laura tomó su pequeño bolso, se levantó y salió del bar sin decir palabra. Damián permaneció inmóvil. Se preguntó si había hecho lo correcto. De pronto comprendió que había sido un error, que la amaba.
Tiró unos billetes sobre la mesa y salió. No pudo verla. Entre la multitud que colmaba las calles trató de abrirse paso. Comenzó a correr. Golpeó contra una columna de alumbrado con el brazo izquierdo, que quedó desde el hombro hasta la mano con la palma hacia arriba sobre la vereda. En la distancia vislumbró el cabello de Laura. En su alocada carrera no vio el hoyo donde quedó su pierna derecha. Saltaba aún cuando al tropezar con una baldosa perdió la pierna izquierda. Al caer también dejó en el suelo el brazo que le quedaba .
Reptaba desesperado tratando de alcanzarla cuando sintió que una bota le pisaba el cuello y desprendía su cabeza del torso. Pensó que había tenido suerte. Estaba más liviano y la cabeza rodaba con más velocidad en el declive de la calle. Sólo advirtió el respiradero del subte cuando su nariz quedó enganchada. Un ojo salió de la órbita y continuó bajando por la pendiente. Calculó que a la velocidad que llevaba la alcanzaría y hasta podría adelantársele. Tal como lo previó el ojo se le adelantó justo cuando ella bajaba el pie.
Laura oyó un sonido opaco al tiempo de tener la sensación de estar aplastando algo. Se acercó al cordón de la vereda y pasó varias veces el zapato por el borde para desprender lo que había pisado. Y siguió su camino.