sábado, 28 de agosto de 2010
Letras
Tomó el libro. Buscó la hoja señalada para seguir leyendo. Para su sorpresa la hoja tenía en blanco la mitad de todas las líneas. No recordaba que estuviera así el día anterior. Pasó rápidamente las hojas que aún no había leído. Todas estaban igual.
coronel Aureliano Buendía, o
quedó trabajando con Aureli
que habían llegado a la casa
ranta lo recordaban muy bien
No pudo seguir leyendo. Se preguntó dónde estarían las letras. Supuso que tal vez se habían caído cuando tomó el libro. Buscó por el piso mientras retomaba el camino hacia la mesa de luz. No las vió. Encendió la lámpara e iluminó debajo de la cama. No las encontró. Tal vez se habían escondido entre las rendijas de las maderas tarugadas. Tanteó con las manos. Pero no estaban. Se dio por vencida. Sentada en el piso con la espalda apoyada en el costado de la cama rodeó las rodillas con sus brazos y apoyó la cabeza.
Una brisa fresca proveniente de la ventana la sacó de su desolación. Las cortinas blancas se hinchaban con un suave vaivén. Giró la cabeza, allí estaban las letras, bailando sobre la tela translúcida. Mientras saltaban unas sobre otras formaban distintos mensajes. Ana leía en un estado de arrobamiento. Se levantó, subió a la silla ubicada frente a la ventana, trepó al alfeizar, arrancó las cortinas. Y voló.
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