sábado, 7 de julio de 2012

Imaginá una playa

Imaginá que una tarde nublada decidís caminar por la playa. Está desierta. Te agachás a palpar laarena. La estrujás entre los dedos. Está húmeda. Levantás la vista. Es la hora en que las gaviotas revolotean buscando alimento. Llegás hasta la orilla, te descalzás y mojás tus pies en la espuma. El sonido de un aleteo cercano te produce escalofrío. Te das vuelta. El ave ladea su cabecita y sus ojos, como dos pequeños botones negros, se clavaban en los tuyos. La espantás pero sigue mirándote. Te desafía inmóvil en la arena húmeda. De pronto, lanza un graznido áspero y estridente. Y una bandada de otras aves se acerca. Por un instante tapan el cielo. Que está gris. Parece como si se viniera una tormenta. Algunas rozan tus cabellos, otras vuelan en círculos formando una especie de espiral de plumas. Corrés. Intentás abrirte paso con los brazos cruzados frente a tu cara. No podés ver nada más que plumas, patas y picos ganchudos que se te clavaban en la piel y te desgarran la ropa. Te dejás caer boca abajo sobre la arena. Los graznidos se van alejando y suspirás con alivio. Intentás levantarte pero una ola te golpea. Y volvés a caer. Y el agua salada te arde las heridas. La ola se retira y sentís cómo la arena se socava debajo de tu cuerpo. Te das cuenta de que te lleva mar adentro. Tratás de evitarlo. Hundís las manos en la arena como para aferrarte. Pero el mar te arrastra. Golpe tras golpe, las olas no te permiten ponerte de pié. Cuando el agua te cubre del todo tratás de nadar. No podés. Mirás el cielo. En lo alto, la bandada de aves vuela en círculos. Esperando. Listas para comenzar el banquete.

La piedra aún está en su mano

La piedra aún está en su mano. La gira varias veces. Palpa la superficie áspera e irregular. Piedra, arena, la misma arena del desierto que ama. Ha calculado la distancia y la fuerza necesaria. La mano derecha ha trazado un arco hacia atrás. Baja los párpados para ver aquellos ojos verdes que le han hecho tanto daño. Una piedra. Pero habrá muchas más. Tantas como tantas fueron sus mentiras, sus juramentos, sus pecados. Todo su cuerpo se tensa. Siente como la piedra se desprende de la mano. Siente como la piedra vuela, como atraviesa el aire con fuerza, impulsada por su ira, por su hombría herida. Dibuja un trayecto perfecto y se abre paso en la tarde bajo un sol implacable. Aprieta los labios y piensa en la humillación y la crueldad. La mano que arrojó la piedra se crispa en un espasmo. Entonces reacciona. Mira la piedra que cae sobre la superficie plana y calma del lago. Rebota y vuelve a rebotar. Es como el corazón de quien no pudo ser, que irremediablemente se hundirá en el tiempo oscuro del olvido.