sábado, 7 de julio de 2012

La piedra aún está en su mano

La piedra aún está en su mano. La gira varias veces. Palpa la superficie áspera e irregular. Piedra, arena, la misma arena del desierto que ama. Ha calculado la distancia y la fuerza necesaria. La mano derecha ha trazado un arco hacia atrás. Baja los párpados para ver aquellos ojos verdes que le han hecho tanto daño. Una piedra. Pero habrá muchas más. Tantas como tantas fueron sus mentiras, sus juramentos, sus pecados. Todo su cuerpo se tensa. Siente como la piedra se desprende de la mano. Siente como la piedra vuela, como atraviesa el aire con fuerza, impulsada por su ira, por su hombría herida. Dibuja un trayecto perfecto y se abre paso en la tarde bajo un sol implacable. Aprieta los labios y piensa en la humillación y la crueldad. La mano que arrojó la piedra se crispa en un espasmo. Entonces reacciona. Mira la piedra que cae sobre la superficie plana y calma del lago. Rebota y vuelve a rebotar. Es como el corazón de quien no pudo ser, que irremediablemente se hundirá en el tiempo oscuro del olvido.

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