martes, 13 de julio de 2010

Infortunio


Los ojos vieron el ramo de flores. Eran flores negras y sus pétalos semejaban babosas. Las babosas vomitaban decenas de bolitas negras que rodaron y cayeron con gran estrépito. Las paredes se cubrieron de una masa gelatinosa y el piso se volvió brillantemente negro.
Las manos levantaron la tapa del piano y las teclas negras saltaron al piso y comenzaron a tocar en semitonos una canción de cuna. Las teclas blancas se sonrojaron y la tapa del piano cayó desprendiendo las falanges de los dedos. Aún con la tapa cerrada se oyó una y otra vez la escala en do mayor. Las manos tantearon el piso desesperadamente. Buscaban las teclas negras mezcladas entre las bolitas que miraban como pupilas dilatadas. Rodaban por el piso de un lado a otro. Pero cómo ubicar el fa sostenido o el si bemol entre todo ese caos. Los dedos avergonzados cerraron los puños en un gesto de ira e impotencia. Si tan sólo hubiera tenido la cabeza para poder llorar.

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