martes, 13 de julio de 2010
Quinientos años
Aún son morenas las manos que sirven al blanco. Café con azúcar. Cae la taza que se parte en pedazos. La voz morena se disculpa y baja la cabeza. Café y azúcar besan la tierra. Se convierten en lágrimas que ruedan. Ruedan por las resecas planicies en busca de la tierra fértil. Ya no existe. Sólo encuentran grietas. Las lágrimas impotentes son un eterno llanto que riega la aridez estéril.
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