miércoles, 21 de abril de 2010

Carta a Discepolín


Querido Enrique Santos:

Hoy más que nunca tu mundo “Cambalache” es realidad.
Los tiempos cambiaron, los códigos también. Los que peinamos canas, somos sólo fantasmas de una película en blanco y negro.

Me reflejo en ese hombre que deja morir las horas de su soledad sentado en un viejo cafetín. Ese del mirar huraño y de las manos arrugadas y temblorosas que golpean la cucharita en la tacita vacía. El que de tanto sorprenderse ante el caos reinante prefirió aislarse en sí mismo.

Desde que te fuiste en 1951 hemos pasado tantas vivencias amargas, tanta impotencia... Me pregunto qué hubieras escrito. Seguramente hubieras encontrado la forma de sangrar tu descontento en líneas eternas. Líneas eternas que hubiésemos cantado con un nudo en la garganta y los puños apretados, vomitándolas desde el fondo de nuestro ser a viva voz y a los cuatro vientos.

Querido Discepolín, yo al igual que “Uno” busqué lleno de esperanzas mi camino y me sentí identificado con los fulanos de tus letras. Vos decías que el tango es un pensamiento triste que se baila. Yo pienso que es un pensamiento triste que algunos hemos vivido.

Te recuerda,

Un fiel admirador

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