miércoles, 14 de abril de 2010

Inocencia


El tragaluz de su habitación se encuentra a nivel de la vereda. En su inocencia desconoce que por no ser igual que sus hermanos lo han abandonado a su soledad. Los ojos miran a través del enrejado. Están cansados de ver zapatos. Algún que otro perro a veces lo olfatea y a él le gusta. Se siente contento de que reparen en su existencia. La gente que pasa no mira hacia abajo. Tal vez algún niño. Y él no tiene palabras, quizás algún balbuceo que brota de su garganta inútil.
A veces le llega el aroma de alguna flor y entonces sabe que es primavera.El aroma destiñe el olor a humedad. Pero luego un vaho pestilente lo envuelve, como las sombras. Danza la luz del sol con las ramas que agita el viento. Pero él no comprende de soles ni de lunas y estrellas.
Se acerca la paloma que él ha estado esperando. Saca algunas miguitas que guarda en los bolsillos y las pasa por el enrejado. La paloma come un poco y luego se aleja picoteando por la vereda.
Le llegan voces, palabras y risas que se le mezclan en un caleidoscopio que no entiende. Su mundo son las veredas rotas, la basura amontonada, esa grieta por donde surge un hilo de agua. Y él mira con asombro ese líquido que serpentea y se aleja. Sólo intenta una sonrisa nerviosa cuando la brisa le toca la cara. Es una caricia que añora.La cabeza se le balancea. Y permanece allí, con los ojos que miran sin ver, hasta que el cansancio lo vence y se duerme. Entonces Dios le regala un sueño donde vuela entre las copas de los árboles y juega con nubes de colores.

2 comentarios:

  1. Me duele este cuento. Jamás metería en una jaula a un animal que puede volar. Tengo en mi haber la apertura de un par de puertitas de jaulas ajenas, con las consecuencias imaginables. Gracias por escribirlo, GB

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  2. Este ser (quien sea) habita un mundo que no nos es desconocido. De vez en cuando entremos en ese mundo tan bien descripto en este cuento. Lo bueno es que despues salimos.

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