domingo, 29 de mayo de 2011

La puerta


Para nadie sería fácil convivir con una puerta bromista en la habitación. Durante mi infancia, al pasar a través de ella, entraba a un escenario en medio de la obra, o me presentaba en camisón y medias en un casamiento. Al principio sentía mucha vergüenza, pero luego aprendí a tomarlo con humor. Saludaba con una sonrisa a los presentes que me miraban boquiabiertos, y sin soltar el picaporte, daba la vuelta y volvía a la habitación.
Claro que no siempre fue gracioso. Una vez quise ir al baño y aparecí en la jaula de los leones, y otro día en un granero con una vaca. Cierta mañana al salir me hallé en una hermosa noche estrellada. La luna y las constelaciones brillaban de tal modo que parecían estar al alcance de mi mano.
Otro día abrí la puerta y si no me hubiese agarrado fuerte del picaporte, hubiera caído sobre un colchón de nubes. Me quedé pensando que hubiese sido lindo, como saltar en una cama elástica. Pero tuve miedo.
Pasaron los años y la puerta ya no tiene ganas de jugar. Cada vez que la abro no guarda sorpresas. De todos modos, mi corazón salta dentro del pecho. Tal vez algún día, al abrirla encuentre a alguien que me ayude a soltar el picaporte.

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