lunes, 3 de mayo de 2010

Decepciones


Rosa no necesitaba el despertador para saber que eran las 4:30.Todavía no aclaraba. Retiró la manta que la cubría. Apoyó los pies desnudos en el piso rústico, mientras se pasaba el vestido por la cabeza. El agua fría sobre la cara le despejó el sueño. Tanteó en la penumbra la vieja pava de loza y encendió la hornalla. Dos mates y un trozo de pan eran su desayuno antes de partir hacia la fábrica. Al mirar la cama donde José aún dormía suspiró resignada y salió cerrando suavemente la puerta.
Cuando José abrió los ojos eran las 11:30. Se desperezó con un fuerte bostezo y maldijo su suerte. Era un lindo día de sol, pero aún no estaba demasiado caluroso. Saldría con el carro a recorrer la avenida recogiendo cartones y cualquier cosa que pudiera venderse. Por suerte la casilla estaba bien ubicada; Recoleta no estaba lejos y allí los vecinos tiraban cosas sin importarles el valor, tan sólo por el hecho de haberse aburrido de verlas o porque habían pasado de moda. Se había levantado de muy mal humor. Tomaría unos mates y saldría a buscar a la Mica.
Mica traía suerte. Era rubiona, de unos trece años, simpática y le caía bien a todo el mundo. Era hija de José. Su madre había dejado la villa en compañía de un sanjuanino que se la llevó para sus tierras. Mica prefirió quedarse a vivir con su abuela. Todavía estaba en la primaria nocturna pero tenía pensado seguir estudiando. En unos años podría emplearse en alguna casa. Mientras tanto, ganaba algunos pesos vendiendo flores, stickers y libritos en los trenes o acompañando a su padre con el carro. Mica se asomó a la ventana y automáticamente sus ojitos buscaron a Fabio que a esa hora acostumbraba a salir. Al verlo su pulso se aceleró.
Fabio tendría unos veinte años. Estaba sentado en la puerta y ya de lejos se adivinaba que llevaba unos cuantos tragos encima y algo más. Cuando José pasó empujando el carro, Fabio comenzó a rebuznar. Por respuesta recibió las puteadas de José. Fabio sonrió con malicia y se dijo que al viejo se le acabarían esos aires en cuanto viera la 32 que le estaban por conseguir. Subió la mirada y vió a la Mica asomada en la ventana. La sonrisa maliciosa volvió a su boca. Mica también era una buena presa para vengarse del viejo. De pronto sintió un escalofrío al oir la sirena de un patrullero que se acercaba.
El oficial Rodriguez se la tenía jurada a Fabio desde el momento en que durante un apriete en la comisaría casi se le escapó lo de las cajas. El oficial no le iba a permitir una segunda oportunidad. Fabio reconoció el patrullero. Se levantó de un salto y quiso correr. Pero tenía mucho alcohol encima. El corazón parecía saltarle del cuerpo mientras trataba de escabullirse por los pasillos de la villa. Se oyeron tres detonaciones y Fabio cayó boca abajo. Mica se arrodilló a su lado mientras gritaba por ayuda. Fabio balbuceaba algo. Mica lloraba desesperada. Acercó su oído a los labios de Fabio. Seguro le diría que la amaba. Pero no hubo palabras.

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