viernes, 28 de mayo de 2010

Bicentenario


mi corazón echó raíces celestes-blancas
que se hunden en la tierra fértil
en la quebrada
en el llanto de la quena
del hermano del norte
cabeza baja
brazos cansados
en la zafra y en la mina
lloran las cascadas
es roja la tierra que mamó la sangre derramada
la savia del oprimido

surcan la pampa
los fantasmas de pies descalzos
ecos de galopes al viento
el grito del malón
el estruendo de los fusiles

más al sur
truena el glaciar
en los lagos de cristal
escoltados por árboles milenarios
testigos mudos del arriero
en su camino contra el viento helado

la cruz del sur
bendice
con su faro perdido
en el confín del mundo

doscientos años no alcanzan
la promesa inicial aún reposa tras un velo
tal vez mañana
con las manos unidas

tal vez
mañana

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