miércoles, 19 de mayo de 2010

El cuadro


Los jueves a la misma hora. Llegaba a la galería y se dirigía con paso firme y decidido hasta la tercera sala. Allí permanecía horas sentado ante el mismo cuadro. Su vista fija en el árbol, cuyas ramas le parecían estar formadas por puntillas. Allí se conectaba con un personaje monstruoso escondido detrás del tronco. El personaje le transmitía una sensación de tristeza. Le recordaba los dibujos de los antiguos libros de cuentos alemanes, donde se mostraban los castigos sangrientos a los que eran sometidos los niños malos.

Ese jueves permaneció poco tiempo en contemplación. Luego se dirigió hacia el servicio de seguridad de la galería. Les pidió que solamente dejaran que el cuadro fuera observado por gente de alma pura y piadosa. De otra manera, el personaje no se animaría a mostrarse.
Los guardias lo escucharon con atención. El hombre se explayaba sobre la importancia de que el personaje misterioso, escondido detrás del árbol, abandonara su soledad y se pudiera mostrar ante un corazón que aceptara su fealdad. Entre asombrados y temerosos, todos asintieron. Le consultaron sobre la forma de lograr que dicho personaje se pudiera asomar para mostrarse, y eventualmente salir definitivamente del cuadro.

El hombre quedó pensativo por un momento. Caminó de un lado al otro de la sala. Se rascó la cabeza, se quitó los zapatos y comenzó a saltar los baldosones en una especie de rayuela.
De pronto se detuvo, se sentó en el suelo y se colocó los zapatos en los pies equivocados.
Hizo varios intentos hasta que se pudo poner de pie. Los miró a todos con los ojos vidriosos. En un llanto apagado, les dijo que ya no era necesario, porque el personaje no había soportado la soledad y acababa de ahorcarse con las puntillas del árbol. Bajó la cabeza y se fue arrastrando los pies.

Se produjo un silencio mientras miraban cómo bajaba las escaleras y cruzaba la calle entre el tráfico en movimiento. En un accionar cómplice, todos los presentes fueron a observar el cuadro. Algunos dijeron haber visto el cuerpo enredado entre las puntillas. Otros se alejaron callados.

Al limpiar la tercera sala, el ordenanza barrió algo que parecía un trozo de rama, pero que al levantarlo era un pedazo de puntilla.

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